Tuesday, March 19
Shadow

El Caminante de las sombras (ciencia ficción/español)

Of Shards and Shadows

 

El Caminante de las SombrasTítulo: El caminante de las sombras
Autora: Clea Saal
Idioma: español
Génro: ciencia ficción
Formato: tapa blanda
Páginast: 156 pages
ISBN:978-1517245139
Precio: US$9.95

Capítulo 1

El caleidoscopio estaba girando, y las piezas se estaban reacomodando, dándole pie a un nuevo patrón, uno que era a la vez reconocible y distinto de todos los que lo habían precedido. Era una experiencia perturbadora, aunque también era una a la que la entidad hacía mucho que se había acostumbrado. Cuando el movimiento cesó estaba ciega y sorda, reducida a ser una presencia incorpórea que apenas si era consciente de otras más físicas que la rodeaban. Identificó a la más cercana, entró en su mente, se acomodó, y usando sus sentidos le echó una primera ojeada a su nuevo mundo. El problema era que no tenía nada que pudiera hacer las veces de marco de referencia, nada que le permitiera empezar siquiera a desenmarañar la cacofonía que la rodeaba, y después, tras un breve instante, se dio cuenta de que tenía un problema mucho más serio: había algo en el cuerpo que ocupaba que era consciente de su presencia. No, era más que eso, había algo ahí que estaba luchando activamente contra ella. Eso era algo que nunca antes había experimentado, y en un principio no supo como reaccionar, pero después intentó aferrarse con más fuerza. Funcionó, cosa que le permitió a la entidad, al Caminante de las Sombras, comenzar a analizar las memorias de su anfitrión, pero éstas estaban tan desorganizadas que el hacerlo le resultó imposible. Todavía estaba luchando contra ese problema cuando tomó consciencia de que algo no andaba bien con el cuerpo en sí. El cuerpo estaba enfermo. No, estaba más que enfermo, estaba muriendo. Había estado muriendo desde antes de su llegada, y la lucha contra su presencia estaba agravando la situación.

El Caminante lo dudo por un periodo que no era capaz de definir, su noción del tiempo era todavía demasiado vaga y estaba demasiado distorsionada como para permitirle medirlo, pero independientemente de lo que hubiera durado, ese periodo resultó excesivo, y antes de que pudiera tomar una decisión el cuerpo estaba muerto. Esa muerte lo lanzó de nuevo al vacío, con la diferencia de que esta vez no había ni piezas que se reacomodaban ni nuevos patrones que tomaban forma a su alrededor, lo único que había era una oscuridad impenetrable. Una vez más estaba reducido a ser una presencia incorpórea, pero ésta vez era una que estaba varada en ese mundo. Eso era algo más bien inusual, aunque afortunadamente la breve ojeada que había logrado lanzarle a la mente de su primer anfitrión le había permitido hacerse una idea general de qué era lo que tenía frente a sí.

Cierto, los detalles seguían estando fuera de su alcance, pero sabía lo suficiente como para poder hacer algunas deducciones. Sabía, por ejemplo, que se hallaba en un mundo en el cual los habitantes se dividían en dos géneros, y sabía también que su anfitrión había estado enfermo desde antes de que él intentara aferrarse a su mente ¿Había sido su muerte una coincidencia, o había sido ésta una consecuencia directa de su presencia? El Caminante no estaba seguro. El problema era que el permanecer en ese estado incorpóreo simplemente no era una opción, y dado que no tenía ningún control sobre su destino, el abandonar ese mundo sin haber completado antes su misión le resultaba imposible. Eso quería decir que no le iba a quedar más remedio que intentar tomar un nuevo anfitrión, aunque esta vez se aseguró de buscar uno que estuviera sano.

Eso no hizo ni la más mínima diferencia.

Sí, su segundo anfitrión pareció durar un poco más de lo que lo había hecho su predecesor, cosa que le permitió al Caminante estudiar sus recuerdos con un poco más de detalle, y hacerse una idea más clara de qué era lo que estaba sucediendo, pero la reacción de ese segundo anfitrión a su presencia no fue menos violenta de lo que lo había sido la de su predecesor. De hecho comenzó a luchar contra él casi de inmediato, y cuando lo hizo el Caminante tomó consciencia del rápido aumento de la temperatura del cuerpo en el que se encontraba. Observando esa reacción se dio cuenta de que era casi como si el sistema inmunológico lo estuviera tratando como a una infección, y que en ausencia de un patógeno ese sistema inmunológico se estaba tornando contra sí mismo. Tan pronto como comprendió cuál era la naturaleza del problema el Caminante de las Sombras trató de abandonar ese cuerpo, pero para entonces ya era demasiado tarde, y si bien consiguió salir antes de que éste se colapsara, un rastro de esa conexión subsistió, uno que brilló por un instante antes de desaparecer, y en ese momento el cuerpo dejó de funcionar.

El Caminante estaba perplejo. Dos veces había tratado de hacerse de un cuerpo, y los dos intentos habían resultado letales. Sí, podía intentarlo una tercera vez, pero lo que había alcanzado a discernir en su segundo intento le había permitido identificar cuál era el mecanismo detrás de esas muertes, y el hecho era que, a menos que pudiera encontrar una forma de evitar completamente al sistema inmunológico de su anfitrión, sus esfuerzos estaban destinados a culminar con ese mismo resultado una y otra vez.

Estiró sus sentidos a las presencias que lo rodeaban en un intento desesperado por aprender más sobre sus anfitriones potenciales desde una distancia segura, pero su incapacidad para percibir el mundo físico hacía que esa fuera una propuesta más bien dudosa, y el hecho de que esas presencias parecieran contarse en miles de millones no estaba ayudando en nada. Básicamente, si bien sus posibles anfitriones parecían presentar un rango relativamente amplio, el tratar de identificar una variable que le pudiera permitir a uno de ellos aceptar su presencia cuando todos los demás parecían ser incapaces de hacerlo era un acertijo que no sabía cómo resolver. Dándose cuenta de que lo que necesitaba era un punto de partida, concentró su atención en aquellos detalles que había alcanzado a discernir, tratando de reconocer algunas características básicas.

Sabía, por ejemplo, que había dos sexos, y sabía también que su primer anfitrión había estado enfermo desde antes de su llegada. Intentó identificar un patrón en ese sentido ¿Era el número de individuos débiles y enfermos mayor de lo que cabía esperar? Probablemente ¿Podía eso indicar que lo que tenía frente a sí era una pandemia? No podía descartarlo, y ese era un factor adicional que iba a tener que tomar en cuenta, especialmente porque no sabía cuanto tiempo iba a estar ahí. Cierto, normalmente el saltar de un anfitrión a otro no era un problema, pero en vista de las dificultades que había encontrado hasta ese momento lo más probable era que en ese mundo en particular dichos saltos no fueran a ser una opción.

Básicamente parecía haberse topado con un planeta en el cual los habitantes eran literalmente alérgicos a su presencia, y ese era un problema que le iba a costar trabajo superar porque, siendo incapaz de percibir el mundo físico, no tenía ni idea de cómo podía identificar a alguien que fuera una excepción en ese sentido.

No sabía cuanto tiempo llevaba en esa especie de limbo. El tiempo carecía de sentido para él, pero eventualmente comenzó a percibir ciertas diferencias sutiles, diferencias que podían ser aunadas a los pensamientos que había alcanzado a captar en las mentes de sus anfitriones, y que le permitían hacer ciertas deducciones.

Los habitantes del mundo en el que se hallaba podían ser divididos en machos y hembras, en sanos y enfermos, y en jóvenes y viejos. Ese era su punto de partida. La pregunta era si había alguna forma de combinar esos factores que diera como resultado una excepción en lo referente a sus reacciones ante su presencia. Era difícil saberlo, y fue entonces que se dio cuenta de que había también algunas presencias que parecían ser radicalmente diferentes. Era como si esas presencias estuvieran silenciadas de algún modo… no, no silenciadas, sino que más bien parecían estar envueltas por otras. Esa era una descripción más apropiada, y en la mayoría de los casos esas presencias parecían estar sanas. De hecho era casi como si estuvieran fuera del alcance de lo que quiera que fuese que estaba causando estragos en el resto de la población. Eso atrajo su atención, y fue entonces que se dio cuenta de que esas presencias tenían una tercera característica en común: eran invariablemente jóvenes, mucho más jóvenes que las demás.

Era un enigma, uno que no podía soltar, y de repente la solución se hizo evidente: si había machos y hembras entonces lo más probable era que hubiera también algún tipo de intercambio de material genético, algún tipo de reproducción sexual, y si era ese el caso podía haber también un periodo de gestación durante el cual los futuros habitantes estaban protegidos de todo lo que los rodeaba… uno en el cual sus sistemas inmunológicos probablemente no estaban del todo desarrollados. Eso era algo que podía llegar a permitirles adaptarse a su presencia. La pregunta era si serían los suficientemente flexibles. Eso, y si dado que esas versiones inmaduras no eran independientes, sino que parecían existir adentro de otros seres de su misma especie, podía tomar a uno de ellos como anfitrión sin desencadenar al hacerlo una reacción en el sistema inmunológico de la presencia que lo contenía.

Contempló sus opciones.

Lo que estaba considerando era algo que nunca antes había intentado, algo que no sabía siquiera si era posible hacer, y para colmo de males estaba también el hecho de que, aún si lo lograba, su éxito iba a traer consigo una nueva serie de dificultades porque lo más probable era que una criatura nonata no tuviera ningún recuerdo que pudiera servirle de base para comprender lo que tenía frente a sí. Esa era una limitación que probablemente iba a tener un impacto significativo en el tiempo que iba a necesitar para completar su misión ¿Disponía del tiempo necesario para hacerle frente a un obstáculo de esa magnitud? No estaba seguro, pero a fin de cuentas la respuesta a esa pregunta era totalmente irrelevante porque, al menos hasta donde podía ver, no tenía alternativa.

Habiendo tomado una decisión, el Caminante de las Sombras tornó su atención a la búsqueda de un anfitrión. Necesitaba uno que estuviera sano, pero el problema era que, dado que el mundo en el que se encontraba parecía estar en medio de una pandemia, el desafío no iba a ser tanto el identificar a un anfitrión que estuviera sano, sino el encontrar a uno que fuera a vivir lo suficiente como para permitirle completar su misión… y para colmo iba a tener que hacerlo sin tener una idea clara de lo que esa posible pandemia implicaba.
No sabía cuales eran los síntomas, ni el mecanismo de transmisión, ni el índice de mortalidad. Cierto, sabía que la enfermedad no era invariablemente letal porque la había sentido desvanecerse en algunos casos, pero desgraciadamente no sabía si la supervivencia les confería a las víctimas algún tipo de inmunidad, y mucho menos sabía si esos supervivientes podían heredarles su posible inmunidad a sus propios descendientes. Eso habría sido lo ideal, pero aún si era ese el caso, lo más que el Caminante podía hacer era sentir la presencia de la enfermedad como una especie de disonancia en los casos activos y, en vista de lo que tenía frente a sí, sospechaba que esa habilidad no le iba a ser de demasiada utilidad.

Dándose cuenta de que no tenía mucho caso posponer lo inevitable, se resignó a elegir un anfitrión. Sí, sabía que había un rango de desarrollo, pero lo que no sabía era cual era el mejor punto de acceso… no, sí lo sabía. En ese sentido la respuesta era que cuanto antes mejor, pero por el otro lado prefería pasar el menor tiempo posible varado en esa etapa prenatal. El problema era que, si intentaba tomar un anfitrión que estaba próximo a nacer, corría el riesgo de encontrarse con un sistema inmunológico demasiado desarrollado, y de causar otra muerte, o quizás dos, y eso era algo que prefería evitar.

Al final decidió partir la diferencia, y optó por uno que parecía estar a mitad de su desarrollo.

Funcionó.

El entorno en el que se hallaba era cálido. Sí, se encontraba en un espacio reducido, pero a pesar de eso había una extraña sensación de seguridad, y al cabo de un tiempo comenzó a distinguir sonidos, débiles, pero aún así reconocibles, que llegaban a oídos de su anfitrión, permitiéndole así comenzar a familiarizarse con el idioma de ese mundo. Eso era un alivio, como también lo era el hecho de que había periodos de luz y de oscuridad que podía reconocer, y que le permitían recuperar sus sentido del tiempo.

Permaneció ahí por un periodo que le pareció casi interminable, pensando y entrelazándose con su anfitrión en una forma que era mucho más íntima de lo que jamás lo había hecho antes, y con cada día que pasaba el espacio en el que su anfitrión estaba contenido se tornaba cada vez más estrecho. Sí, desde una perspectiva racional el Caminante de las Sombras sabía que eso era de esperarse, que era una buena señal, pero al mismo tiempo esa falta de espacio estaba tornando su entorno en uno que le resultaba cada vez más hostil.

El dolor no solo era insoportable, sino que también lo había tomado completamente desprevenido. El problema era simple: si bien había visto manifestaciones de dolor a través de los ojos de sus anfitriones en incontables ocasiones, nunca antes había experimentado ese dolor como propio, y el hacerlo lo aterrorizaba como pocas cosas lo habían hecho antes. Desde el principio de los tiempos había permanecido intocable mientras observaba cómo los distintos mundos se colapsaban a su alrededor, pero de repente esa inmunidad parecía haber desaparecido ¿Podía abandonar a su anfitrión? No estaba seguro, y por un momento se sintió tentado a intentarlo, especialmente porque sabía que esa era la única cosa que podía llegar a permitirle escapar de las sensaciones que lo agobiaban, pero desgraciadamente sabía también que eso era precisamente lo que no podía darse el lujo de hacer… no sin correr el riesgo de verse rechazado, y lanzado al vacío una vez más.

Casi tan repentinamente como había comenzado, el dolor cesó. No, no cesó, sino que más bien cambio. Ya no sentía como si lo estuvieran estrujando de todas direcciones, sino que más bien se encontró tratando de controlar una serie de sensaciones extrañas y desagradables que parecían estar a punto de sofocarlo. Dándose cuenta de que su anfitrión finalmente había nacido, el Caminante intentó utilizar sus sentidos para estudiar su nuevo entorno.
El hacerlo le resultó imposible.

Los sonidos eran demasiado estridentes, y su timbre era mucho más agudo que aquel al que se había acostumbrado mientras esperaba nacer. De hecho le resultaban casi insoportables, y cuando intentó ver usando los ojos de su anfitrión estos demostraron ser aun más inútiles. No solo eran las luces que lo rodeaban demasiado brillantes, sino que los ojos mismos parecían ser incapaces de enfocarse, motivo por el cual el mundo parecía estar constituido por manchas borrosas. El Caminante de las Sombras ansiaba ponerle fin a ese tormento, pero no podía hacerlo. Los ojos y los oídos de su anfitrión estaban abiertos, y el hecho de que esos ojos y esos oídos le pertenecían a su anfitrión significaba que no tenía siquiera la capacidad de cerrarlos.El Caminante de las Sombras

Sintió un dolor agudo, uno que hizo que su anfitrión dejara escapar un grito de protesta, y el Caminante no pudo más que pensar que estaba completamente de acuerdo.

Todavía estaba contemplando esa situación cuando sintió como el cuerpo de su anfitrión era rodeado por una calidez que era fundamentalmente diferente de la que había experimentado antes de nacer, y después de eso oyó una serie de parloteos que le parecieron totalmente incomprensibles, pero a pesar de eso había una palabra, Shayma, que alcanzó a discernir con la suficiente claridad como para permitirle clavarse en su mente.

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